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David y Victoria Beckham, pasión en el ascensor |
El ascensor
Todos los días coincidían en aquel ascensor rumbo a sus respectivos lugares de trabajo.
Sus miradas se cruzaban fríamente y un adiós impersonal zanjaba su diario encuentro. Mientras el ascensor subía cumpliendo inexorablemente su función, empleando breve tiempo en llegar a la quince planta.
Sus miradas se cruzaban fríamente y un adiós impersonal zanjaba su diario encuentro. Mientras el ascensor subía cumpliendo inexorablemente su función, empleando breve tiempo en llegar a la quince planta.
Ella coqueta y resultona se acomodaba al fondo de la cabina. El enfundado en el clásico traje de todos los días se situaba enfrente. Aparentaba no apreciar el aspecto de la joven en la primera hora de la mañana, mientras ella a veces jugaba mentalmente a juzgar la combinación de la corbata de él.
En ese tiempo jamás cruzaban una palabra compartiendo la monótona compañía con los demás usuarios hasta que llegaban a su destino.
Siempre a la misma hora, apresurados bajaban en la última planta soltando cada uno un aséptico buenos días, a la ya aburrida recepcionista que les devolvía un estudiado saludo, sin casi considerar su presencia.
Aquella mañana entraron en el ascensor como todos los días, este se llenó de los habituales usuarios para repartirlos metódicamente por todas las plantas del edificio, cuando la casualidad hizo que se quedasen solos.
De repente el motor del ascensor se detiene y este se para caprichosamente entre dos plantas como si su sistema informático se lo hubiese ordenado.
Ambos tardan varios segundos en valorar la situación, decidiendo quizá por la urgencia del momento cruzar su mirada esta vez sin trampa. El hombre advierte que el rostro de la joven esta libido y que va a romper a llorar.
Entonces la tiende la mano tranquilizándola, mientras ella le aclara que padece claustrofobia, Este impulsivamente la abraza con una decisión por ella no esperada, pero se entrega a sus brazos con el agradecimiento infinito, que puede entregar alguien que necesita una urgente protección.
El personal de servicio los rescata en breves minutos, y ambos aliviados se hacen un ofrecimiento.
¿Comemos juntos?

Lo que prueba eso que dicen de que "no hay mal que por bien no venga"...
ResponderEliminarEspero que esa cita precipitada sea el preludio de muchas citas.
Abrazos
Es que en los ascensores pasan muchas cosas.
ResponderEliminarYo también espero que esto sea el comienzo de muchos instantes juntos más, me ha gustado esta entrada.
Besos.
Me encantan esos tipos de encuentros, donde la casualidad y el momento hace que instantes nos sorprendan.
ResponderEliminarBesos y susurros muy dulces.
Te deseo lo mejor para este Nuevo Año.
Es verdad Trini a veces la casualidad forma historias.
ResponderEliminarUn abrazo.
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Me alegra que te haya gustado la Historia Nectar.
Gracias por venir.
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Gracias Yemaya por venir.
Un beso.
efe.
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Tienes razón, hay sitios muy propicios para estar más receptivo...;)
ResponderEliminarBesicos
Bueno, no hay mal que por bien no venga, no? o por lo menos eso parece. Lo que ocurra tras esa comida.....ahhhhhh, eso ya!!
ResponderEliminarBesos
GRACIAS AMIGO POR ESTAR SIEMPRE
ResponderEliminarSI NO TE HE CONTESTADO ES PORQUE NO ESTOY BIEN
ME HE DEDICADO A SUBIR LO SERRAT NADA MAS
QUE SEA UN 2011 PRECIOSO COMO TE LO MERECES
Y QUE ESTES MUY BIEN
MUCHOS CARIÑOS AMIGO
VERENA
La casualidad Belen a veces es caprichosa.
ResponderEliminarSaludos.
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Hay está Rosa la magia del ascensor.
Un saludo.
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Es una alegría Verena recoger tus palabras, solo mis deseos de que sigas caminando y algún día cumplas todos tus sueños.
Un abrazo de corazón